El Blog de Cristina Lojo García
Periodista
miércoles, 3 de mayo de 2023
El camino correcto
Siempre debemos permanecer en aquellos lugares en los que nos sentimos en calma. Pero no siempre es posible. Algunos desaparecen. Ha desaparecido ese rincón de calma para mí, mi madre, esa paz a la que siempre volvía. Ella está, pero está ausente, lo que hace aún mayor el dolor. Esa ausencia con presencia que hace que todo sea absurdo y doloroso.
A pesar de todo, podemos elegir esos lugares en los que encontramos la tranquilidad que necesitamos.
Hace muchos años que perdí el miedo a cambiar. No me da miedo cambiar de casa, de trabajo, no me da miedo dejar proyectos a medidas. Cuando algo no me suma, o incluso me resta, reorganizo el camino.
Hay personas que se aferran a una casa, por miedo a perder la estabilidad de las cosas que en ella habitan. Yo perdí ese miedo a base de mudanzas.
Perdí el miedo a la estabilidad en el terreno sentimental, cuando con 23 años tomé un nuevo camino en el amor, que hoy es mi familia. Esa sí que no la cambio por nada.
Hay personas que permanecen en un mismo puesto de trabajo, aunque sientan que su etapa está agotada, que tienen poco qué aportar, o nada que recibir. Yo perdí ese miedo cuando, trabajando en La Voz de Cádiz, como autónoma en unas condiciones pésimas, llamé para decir que era la última página que mandaba. Y así fue. Una de las mejores decisiones que tomé.
Y así seguimos siempre en la vida, sin amarrarnos a nada. Quizás sea por eso por lo que no me duele cuando algo material se rompe. No sufro cuando pierdo unas gafas o cuando se me rompen mis botas favoritas.
No le doy valor a lo material porque, como dice esa canción de Los Delincuentes, 'en invierno llevo chanclas'.
Este desapego a lo poco importante me da alas, mucha libertad y mucha fuerza.
jueves, 21 de septiembre de 2017
Yo te ayudaré a buscar las llaves
No me importa. No me importa que me lo cuentes otra vez. Dímelo. Me cuentas
que te peinabas con unas trenzas grandes. Me lo contaste ayer hasta grabarlo en
mi memoria. Me lo has contado hoy y ojalá me lo cuentes mañana. No me importa.
Yo me sorprendo, me sorprenderé. Abriré los ojos, te escucharé como si no me lo
hubieras contado nunca.
No me importa que derrames el café. Me gusta que me digas que te gusta el
olor a café. Por eso lo hago, para que sigas sintiendo que la vida tiene cosas
bonitas en cada etapa, hasta en la más dura.
Yo te ayudo, te ayudaré a buscar las llaves, aunque ya no abras ni cierres
la puerta nunca y seguiremos llamando a la peluquera, para que sigas viéndote
guapa. Seguiremos yendo de compras y dejaré que elijas lo que quieras. No me importa
que le digas guapa a la dependienta, no me importa, aunque algunas no te
devuelvan la sonrisa. Yo estaré ahí para recordarle que ella, si Dios quiere,
también llegará a la vejez y esperará una palabra amable.
Es tan fácil hacer feliz con pequeños gestos. Yo estaré para eso. Yo te
acompañaré en esta etapa, como tú has guiado siempre mi camino, con esos
consejos que me han llevado a ser solidaria.
Nunca te preguntaré si te acuerdas de alguien. No me importa. Eso no me
importa. No insistiré para que recuerdes nada. Viviremos este nuevo camino,
estos días nuevos, en el que volveremos a conocernos cada mañana. Eso no me
importa. El amor, el cariño, la paciencia toman pronto confianza, amistad.
Seremos amigas. Cada día seremos amigas.
Te prometo regalarte en cada despertar una sonrisa, una caricia, un gesto
de cariño. Lo prometo. No me importa. Te compraré una ventana muy grande, la
más grande. Una ventana que se llene de luz hasta en los días más nublados.
lunes, 21 de agosto de 2017
¿Cómo debemos educar a nuestros hijos?
Las redes sociales están llenas de educadores, psicólogos, pediatras,
enfermeros que nos dan lecciones o consejos sobre cómo debemos educar a
nuestros hijos. Hasta aquí todo bien. Siempre han existido manuales que nos han
dado ciertas pautas para afrontar nuestro día a día de forma más acertada, algo
que ayuda enormemente, sobre todo, cuando se trata de la educación de nuestros
hijos.
El problema surge cuando esto, tan sencillo, se convierte en un gran negocio en el que parece que todo vale. Se ponen en marcha todas las estrategias de marketing digital con las que se adueñan de nuestros sentimientos y nos terminan haciendo adictos a estos consejos, a base de hacernos sentir culpables en todo momento.
Siempre trabajan bajo titulares llamativos tipo: “Diez cosas que les dices
a tus hijos y que jamás deberías pronunciar”; “Cinco claves para acabar con las
rabietas”; “Siete frases que lamentarás haberle dicho a tus hijos”. Este tipo
de artículos se repiten continuamente, siguiendo los manuales de marketing
digital, y no precisamente con la misión altruista de conseguir que eduques
mejor a tus pequeños. El único objetivo es el de conseguir más clics, más
seguidores, más compartidos y, en definitiva, más progenitores que se van a la cama
pensando “que mal lo he hecho hoy”.
Estudian perfectamente cuándo publicar los artículos. De hecho, hay
portales que suben a sus redes sociales publicaciones cada hora, al modo de
martillo pilón, recordándote lo mal que estás educando a tus hijos. Además, se
cuidan mucho de que todo sea muy real. Por eso, no dudan en contar en primera
persona cómo educan ellos brillantemente a sus hijos quienes posan felices en
las imágenes en las redes sociales que cuentan con miles de seguidores. Todos
sonriendo, felices con unos padres ejemplares.
Unos padres ejemplares que dudo muy mucho que puedan dedicar a sus hijos la
mitad del tiempo que tú dedicas a los tuyos. Y así lo creo porque entre gestión
de contenido y estrategias con las que comer la cabeza a los seguidores en las
redes sociales, ponencia de seminarios sobre alimentación perfecta para los
niños, control de rabietas y sesiones de fotos de familias felices, no sé
cuándo están con los hijos.
El día a día es otra cosa. En el día a día de una familia normal, con
sueldos normales, la vida es más real. No hay tiempo para tantas fotos felices,
ni lees todas las etiquetas de lo que comen. A veces gritas, porque pierdes los
nervios. Gritas de impotencia porque no solo estás preocupado de la educación
de tus hijos. Estás también preocupado porque, a pesar de trabajar, este mes no
has cobrado. Te preocupas porque tienes que ocuparte de tus niños y de tu madre
que es mayor. También te preocupas porque se te ha estropeado la lavadora y no
encuentras una por menos de 200 euros y te preocupas porque tienes que estudiar
por las noches y no te quedan energías ni para abrir los ojos. Y así, claro que
te enfadas más que los blogueros felices que te dicen y recuerdan cada dos
horas, siguiendo los horarios recomendados por Facebook, lo mal que lo estás
haciendo.
No es un análisis que hago a la ligera. Es algo que llevo analizando desde
hace tiempo. Soy seguidora de varios portales de este tipo y tengo que decir
que podrían hacer el mismo trabajo sin hacer sentir a los padres culpables en
cada párrafo. Pero claro, no obtendrían tantos likes y no sería rentable.
Entonces se pierde el objetivo principal: el económico.
Contamos con decenas de personas a nuestro alrededor que pueden ayudarnos
cuando tenemos dudas. Nuestros pediatras, los profesores, nuestros padres y
nuestro sentido común. Escúchalo todo y toma tus decisiones y, sobre todo, sé crítico cuando lees algo, estas líneas
también. No seamos borregos de portales sobre educación. Tomemos nuestros
decisiones y, sobre todo, no dejes que te hagan sentir culpable.
Etiquetas:
cómo educar a tus hijos,
Educación,
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familia,
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psicólogos,
redes sociales
miércoles, 8 de febrero de 2017
No somos desagradables por naturaleza
'Gracias'. ¡Suena tan bien esta palabra! Suena a música, a alegría. Es como 'nosotros', 'perdona' y 'no hay de qué'. Son palabras que nos dan buen rollo, que nos gustan. Nos encanta escucharlas. Estamos siempre deseando escuchar esas palmaditas que vienen a decirte qué bien lo has hecho. Es que te sube el ánimo.
Nos encanta que nos digan que trabajamos bien, que somos buenos amigos, parejas y amantes. Y ahí estamos siempre con las orejas abiertas, muy abiertas, esperando que alguien nos premie nuestro día a día.
Pero qué poquito suenan estas palabras. Últimamente me estoy centrando en escuchar los pequeños detalles que me rodean y no suenan a esta música. Nada más lejos de la realidad. He escuchado frases horribles que me hacen sentir vergüenza ajena. Una clienta, sin levantar la cabeza de su plato, dejando claro a la camarera que las patatas estaban frías. Un hombre quejándose en otro establecimiento de que no estaba encendida la estufa de la terraza y tenía mucho frío. Un joven en el supermercado exigiendo que abrieran otra caja porque no iba a estar toda la tarde para pagar sus yogures. Una peluquera, con cara de circunstancia, escuchando una reprimenda por un supuesto mal corte de pelo. En un taller de coches, una conversación entre mecánicos sobre un cliente que acababa de dejar claro que no volvería jamás. La madre de un conocido diciendo que el marido no colabora en casa y el marido de mi vecina quejándose de que la mujer no había bajado al perro. Y así, mis oídos han terminado llenos de mal humor hasta que mi hijo, con una herida en la cabeza, me dice que el médico que le atendió en el hospital era muy simpático. ¡Gracias hijo, por recordarme que no somos desagradables por naturaleza!
Nos encanta que nos digan que trabajamos bien, que somos buenos amigos, parejas y amantes. Y ahí estamos siempre con las orejas abiertas, muy abiertas, esperando que alguien nos premie nuestro día a día.
Pero qué poquito suenan estas palabras. Últimamente me estoy centrando en escuchar los pequeños detalles que me rodean y no suenan a esta música. Nada más lejos de la realidad. He escuchado frases horribles que me hacen sentir vergüenza ajena. Una clienta, sin levantar la cabeza de su plato, dejando claro a la camarera que las patatas estaban frías. Un hombre quejándose en otro establecimiento de que no estaba encendida la estufa de la terraza y tenía mucho frío. Un joven en el supermercado exigiendo que abrieran otra caja porque no iba a estar toda la tarde para pagar sus yogures. Una peluquera, con cara de circunstancia, escuchando una reprimenda por un supuesto mal corte de pelo. En un taller de coches, una conversación entre mecánicos sobre un cliente que acababa de dejar claro que no volvería jamás. La madre de un conocido diciendo que el marido no colabora en casa y el marido de mi vecina quejándose de que la mujer no había bajado al perro. Y así, mis oídos han terminado llenos de mal humor hasta que mi hijo, con una herida en la cabeza, me dice que el médico que le atendió en el hospital era muy simpático. ¡Gracias hijo, por recordarme que no somos desagradables por naturaleza!
martes, 15 de noviembre de 2016
Una planta para La Pepa
Hay veces que sientes que todo es más difícil de lo que jamás hubieras imaginado. Lo ves todo cuesta arriba. Pero de pronto, me entran energías. No sé de dónde me vienen. Es como una adrenalina. Será cosa de la genética. Recuerdo que mi padre era muy así de subir y bajar, bueno más bien de bajar y subir, que no es lo mismo.
Pues ahí estoy yo, que no me permito estar mucho tiempo abajo. A los míos tampoco les dejo. Me lleno como de energía y la reparto. Por eso a veces soy un poco gritona, estusiasta. Es el canal por el que fluye mi mensaje. Siempre comunicando vibraciones.
Por eso me he enamorado de La Pepa. Porque está llenita de buena gente. De gente común, con mucho talento. Por eso pensando, pensando en qué le podía regalar (un regalo de los que a mí me gusta, de los que se hacen sin efemérides de por medio, un regalo de porque sí) he optado por una planta. Qué cosa hay más bonita que una planta. Tan verde, tan fresca, tan bonita. Que da tanto y pide tan poco, solo un poquito de agua. Pues ahí la tienes Pepa, una planta bonita para ti, bonita como tú y como los que la forman.
sábado, 21 de noviembre de 2015
La vida son caminos
Hoy pienso si tomé la decisión adecuada. No es fácil. Cuando eres joven y piensas que tienes fuerza para todo, que sabes más que nadie. Eres fuerte, te ves segura de ti misma, aunque por dentro estés llena de miedo. Al final, acabada de pasar la adolescencia, eliges un camino. No sabes muy bien los motivos, no te paras mucho a pensar, te dejas llevar. Hoy, unos cuantos años después, y con experiencia, después de haber escrito muchas páginas en mi vida y en periódicos, después de muchas ruedas de prensa, más o menos interesantes, después de ir a trabajar casi sin dormir, y de haber aguantado jornadas laborales para recordar siempre y otras para olvidar, me paro a pensar. ¿Qué hubiera sido de mi vida si el día que cogí el tren y me vine de Sevilla con todo, con la clara intención de dejar la carrera de Periodismo para hacer Turismo en Cádiz, no me hubiera arrepentido? La vida son caminos. Amo mi profesión pero hay días que pienso que no tanto como ella a mí. No sé, quizás yo tampoco la ame tanto, o ya la he dejado de amar. Tal vez sea siempre una relación de amor odio o quizás llegue un día, puede que no muy lejano, en que vuelva a tomar una decisión.
lunes, 26 de octubre de 2015
Ahora que llegan los cinco
Ahora que celebramos los cinco años que llevamos casados, muchas veces me pregunto cómo siendo tan distintos hacemos buen equipo. Hasta yo misma dudé de la fortaleza de nuestra unión cuando me iba dando cuenta de que somos tan diferentes. Nada más lejos de la realidad. Muchas personas me preguntan que cuál es el secreto para mantener una relación con felicidad. Creo, y no me equivoco, que en respetarse. Aceptar las manías de cada uno y no dejar que cambie por ti. Aceptar los fallos, ser flexibles y mirar los fallos de uno mismo antes de criticar los fallos del otro. Y sobre todo, mantener un espacio para ti mismo. Siempre he defendido que unirse en pareja no quiere decir que no tengas derecho a tu espacio, aunque solo sea para no hacer nada. Hay que disfrutar de la soledad. Pues eso, cinco años de casados y no recuerdo los de novio, creo que tres o cuatro, soy muy mala para las fechas. En poco tiempo hemos hecho mucho bueno. A seguir luchando compañero de la vida.
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