miércoles, 3 de mayo de 2023

El camino correcto

Siempre debemos permanecer en aquellos lugares en los que nos sentimos en calma. Pero no siempre es posible. Algunos desaparecen. Ha desaparecido ese rincón de calma para mí, mi madre, esa paz a la que siempre volvía. Ella está, pero está ausente, lo que hace aún mayor el dolor. Esa ausencia con presencia que hace que todo sea absurdo y doloroso. A pesar de todo, podemos elegir esos lugares en los que encontramos la tranquilidad que necesitamos.
Hace muchos años que perdí el miedo a cambiar. No me da miedo cambiar de casa, de trabajo, no me da miedo dejar proyectos a medidas. Cuando algo no me suma, o incluso me resta, reorganizo el camino. Hay personas que se aferran a una casa, por miedo a perder la estabilidad de las cosas que en ella habitan. Yo perdí ese miedo a base de mudanzas. Perdí el miedo a la estabilidad en el terreno sentimental, cuando con 23 años tomé un nuevo camino en el amor, que hoy es mi familia. Esa sí que no la cambio por nada. Hay personas que permanecen en un mismo puesto de trabajo, aunque sientan que su etapa está agotada, que tienen poco qué aportar, o nada que recibir. Yo perdí ese miedo cuando, trabajando en La Voz de Cádiz, como autónoma en unas condiciones pésimas, llamé para decir que era la última página que mandaba. Y así fue. Una de las mejores decisiones que tomé. Y así seguimos siempre en la vida, sin amarrarnos a nada. Quizás sea por eso por lo que no me duele cuando algo material se rompe. No sufro cuando pierdo unas gafas o cuando se me rompen mis botas favoritas. No le doy valor a lo material porque, como dice esa canción de Los Delincuentes, 'en invierno llevo chanclas'. Este desapego a lo poco importante me da alas, mucha libertad y mucha fuerza.